"La performance et la barbarie sont si étroitement mêlés dans la culture que seule une ascèse barbare à l’encontre de la culture et de ses matrices permet d’entrevoir l’autre face du monde. "
Inakomyliachtchi
"L’esthétique – comme dimension du symbolique devenue à la fois arme et théâtre de la guerre économique – substitue le conditionnement des hypermasses à l’expérience sensible des individus psychiques ou sociaux. L’hypersynchronisation conduit à la perte d’individuation par l’homogénéisation des passés individuels, en ruinant le narcissisme primordial et le processus d’individuation psychique et collective : ce qui permettait la distinction du je et du nous, désormais confondus dans l’infirmité symbolique d’un on amorphe."
Bernard Stiegler
"Maintenant l’homme normal sait que sa conscience devait s’ouvrir à ce qui l’avait le plus violemment révolté :
ce qui, le plus violemment, nous révolte, est en nous."
Georges Bataille

« Partout où règne le spectacle, les seules forces organisées sont celles qui veulent le spectacle. Aucune ne peut donc plus être ennemie de ce qui existe, ni transgresser l’omerta qui concerne tout. »
Guy DEBORD
«Est-ce que la proposition honnête et modeste d’étrangler le dernier jésuite avec les boyaux du dernier janséniste ne pourrait amener les choses à quelque conciliation ?»
Lettre du curé Jean Meslier à Claude-Adrien Helvétius, 11 mai 1671.


« Nous supposons également que l’art ne peut pas être compris au travers de l’intellect, mais qu’il est ressenti au travers d’une émotion présentant quelque analogie avec la foi religieuse ou l’attraction sexuelle – un écho esthétique. Le goût donne un sentiment sensuel, pas une émotion esthétique. Le goût présuppose un spectateur autoritaire qui impose ce qu’il aime ou ce qu’il n’aime pas, et traduit en « beau » et « laid » ce qu’il ressent comme plaisant ou déplaisant. De manière complètement différente, la « victime » de l’écho esthétique est dans une position comparable à celle d’un homme amoureux, ou d’un croyant, qui rejette spontanément les exigences de son ego et qui, désormais sans appui, se soumet à une contrainte agréable et mystérieuse. En exerçant son goût, il adopte une attitude d’autorité ; alors que touché par la révélation esthétique, le même homme, sur un mode quasi extatique, devient réceptif et humble. »
Marcel DUCHAMP

lundi 21 février 2011

NEGACIÓN de la Economía – Jean-Pierre Voyer (2000)

punoenalto

Jean-Pierre Voyer es un filósofo francés nacido en 1938. Su obra parte de una reelaboración crítica de la herencia situacionista. Para Voyer, la comunicación es el elemento central del proceso de humanización: la humanidad comienza realmente con la comunicación, pues la satisfacción de las necesidades es algo pura y simplemente animal. En su opinión, la economía no es sino una forma falaz de nombrar la esencia del sistema de comunicación humana. Su último libro publicado es Diatribe d’un fanatique (2002).
 

La economía es a la economía política lo que Dios es a la religión. Del mismo modo que Dios no existe, mientras que la religión sí e implica la existencia de numerosos sacerdotes y devotos; la economía no existe, mientras que la economía política sí e implica la existencia de numerosos sacerdotes y devotos. Del mismo modo que la religión es esa mentira que afirma Dios existe, la economía política es esa mentira que afirma la economía existe. Del mismo modo que no se puede criticar la religión si no se ha negado antes la existencia de Dios, tampoco puede criticarse la economía política si no se ha negado antes que la economía exista. Del mismo modo que otros negaron que Dios existiese, yo niego que la economía exista. Ni Marx ni Debord lo lograron a pesar de que pretendieron criticar la economía política.
Marx se encontraba, pues, en la situación de alguien que quisiera criticar la religión creyendo al mismo tiempo en la existencia de Dios. Ese alguien criticaría la religión por no encontrarla de su gusto. Es lo que se llama un reformador, y dicho género de crítica, que puede transformarse en violentamente práctica, se llama reforma. Como he escrito en otro lugar, el reformador Marx llevó la economía política a su más alto punto de perfección. Hizo coherente la mentira y, de tal modo, preparó su denuncia; un poco como Hegel al proclamar que Dios era un resultado, lo que en cualquier caso es una manera de poner en cuestión la existencia de Dios.
No hay, pues, contradicción en afirmar que, aunque Marx haya criticado la economía política durante la mayor parte de su vida, no logró sin embargo criticar la economía política porque no se le ocurrió negar la existencia de la economía, supuesto objeto de la economía política. Sí logró, empero, criticar perfectamente la religión (1), pues mostró, siguiendo a Feuerbach, que la crítica de la religión no consiste en criticar tal creencia, ni tampoco en negar la existencia de dicha creencia, sino que consiste en criticar el mundo que la permite y la hace necesaria. La supuesta crítica de la economía política de Marx dio nacimiento a ese bien conocido esplendor que fue el marxismo, así como la crítica de la religión de Lutero dio nacimiento a ese esplendor que es el puritanismo, que hoy bombardea desde gran altura. Está, pues, perfectamente, justificado reprochar a Debord no solamente el haberse consagrado a un refrito de crítica de la economía política, sin pensar siquiera un instante (al contrario que Marx, que aún pensaba en ello en sus escritos de juventud, cuando todavía era hegeliano) en negar la existencia de su supuesto objeto, sino además el pretender criticar ese supuesto objeto mismo, lo que da lugar a esta frase imperecedera: “El espectáculo es la economía que se desarrolla por sí misma”. Igualmente, América es Dios que se desarrolla por sí mismo y que bombardea desde gran altura. In God we trust.
Es injusto aproximar Marx a Debord, pues Marx aspiraba a criticar (entre otras cosas, evidentemente) tan sólo la economía política, al contrario que el hombre de la teoría exacta, que pretendía nada menos que criticar la economía. Debord pretendió criticar a Dios, y el Titán fue arrojado al abismo por su vanidad; pues es vano querer criticar a Dios, es rendirle aún homenaje.
No se trata de negar la existencia de la religión, sino la de Dios; no se trata de negar la existencia de la economía política y de sus devotos, sino la de la economía. No se trata tampoco de criticar a Dios o la economía. Ni se trata de querer destruirlos (destruir algo que no existe es imposible y ridículo), sino solamente de querer destruir la creencia en su existencia, lo que es no sólo más modesto, sino sobre todo posible. No se trata aquí de negar la existencia de una creencia, sino de negar el supuesto objeto de dicha creencia. Tampoco se trata de criticar el supuesto objeto de dicha creencia, sino de criticar esa creencia misma; es decir, como quería Marx, mostrar cómo el mundo hace posible y necesaria tal creencia.
Evidentemente, Hitler, Goebbels y Himmler también querían negar la existencia de los judíos, pero, para ello, les hacía falta gasear hasta el último de ellos, porque los judíos existen, al contrario de lo que pasa con Dios o con la economía. Los judíos no son sólo el objeto de una creencia, aunque también lo sean, puesto que son el objeto del antisemitismo, que es una creencia.
En fin, si economía política, antisemitismo y religión son todos ellos creencias, tal cosa no significa, sin embargo, que sean todos ellos religiones. Existen numerosos modos de creencia. La religión no es más que uno de ellos.
(1) Hoy, tras la lección del Dr. Ben Laden, ya no escribiría algo así.  

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